GLORIA 55 AÑOS
Me llamo Gloria y con 25 años era la mujer más feliz del mundo, había acabado mi carrera de derecho, y me disponía a contraer matrimonio con mi príncipe azul. Mi actual marido.
Siempre tuve problemas hormonales, pero eso no fue un impedimento para que en un año me quedara embarazada de mi primera hija, una niña preciosa de 5 kilos de peso y 60 centímetros.
El parto en principio no fue complicado, solamente que la niña venia trasversa y en vez de pautarse una cesárea, dado el elevado peso de la niña y considerando que yo pesaba 50 kilos y media 1,74 cm, (creo que hubiese sido lo indicado), se produjo el parto por vía vaginal.
Esta mala praxis profesional acabo con una niña preciosa en mis brazos, pero un desgarro de 32 puntos, con reconstrucción de vagina, ano….
Esta aparente felicidad, se empaño debido a los dolores tan espantosos que empecé a sufrir a partir de ese momento.
Pasados cinco años después me quedé embarazada otra vez, de otra niña preciosa, de 3,500 kg de peso y 55 cm, dando la casualidad que coincidí en otro hospital público con la misma matrona. En este caso al coincidir con el cambio de turno de trabajo, me dejaron en la habitación sola produciéndose un encajamiento de la niña en el canal del parto y posteriormente costo bastante continuar con el parto, pues a mí los dolores se me “habían pasado”; pero la niña seguía encajada en el canal del parto. Nuevamente las episiotomías antiguas se abrieron y tuvieron que realizare una reconstrucción de ano, vagina ……
A raíz de este feliz acontecimiento, los dolores que yo empecé a sufrir eran cada vez mayores, no solamente sexuales, sino intestinales (llegando a perder el conocimiento por dolor en el baño), con múltiples y FALSAS infecciones de orina que han provocado que en la actualidad ya no pueda hacer uso de las quinolinas, dolores insoportables cuando permanecía sentada, como si un ratón estuviera dentro de mí y se estuviera comiendo mis entrañas.
Ante las frecuentes consultas médicas tanto públicas como privadas (yo trabajo en el Servicio Madrileño de Salud), en las que se me derivaba a distintas consultas (digestivo, ginecología, urología, dermatología, rehabilitación…) y ante que mi sufrimiento iba en aumento, decidí que, para poder vivir, debería cansar tanto mi mente que cuando llegase la noche pudiera por lo menos dormir (esta enfermedad no despierta por la noche, aunque es difícil poder empezar a soñar con el dolor).
Todo este sufrimiento cada vez más incrementado con el paso del tiempo, influía también en mi personalidad, cada vez más arisca y distante (no quería viajar, ni salir con los amigos, ni siquiera salir con mi marido).
En el año 2006 y coincidiendo con la apertura de un nuevo hospital en la Comunidad de Madrid en el que se contaba por primera vez con la unidad de suelo pélvico en España ( eso me dijeron ellos), se pauto por parte del servicio de urología en coordinación con ginecología la interposición de una malla denominada TVT en mi cuerpo, concretamente sujetando mi suelo pélvico ( y que en la actualidad en EE.UU más de 40.000 mujeres tienen interpuesta una demanda por daños producidos por la misma), pues parecía que así se solucionaría las constantes ganas de orinar y tanto dolor.
De la intervención quirúrgica que solo necesitaba 15 minutos para realizarla, salí del quirófano 7 horas después, sondada y en vigilancia por rotura vesical al paso del vástago para introducir la malla, produciéndose varias pelionefritis en el lugar donde vertió la orina al romperse la vejiga (el riñón izquierdo) e infecciones generalizadas constantes.
Después de casi cuatro meses entrando y saliendo de urgencias del hospital con sus consecuentes ingresos, decidí vivir de nuevo con mi dolor ahora cada vez más insufrible.
El año pasado coincidiendo con la menopausia, y al no poder vaciar correctamente la vejiga, debido al dolor neurótico y la malla puesta, tuve que ser ingresada en el hospital varias veces por infección de orina (esta vez de verdad) por bacteria con betalactamasa, y por lo tanto en aislamiento.
Los dolores eran ya insufribles, no podía siquiera llevar ropa interior, ni pantalones, ni nada que me rozara ni siquiera la tripa, el pubis….
Al salir del hospital se me dió el alta por finalización de la infección después de seis meses, y se me indicó ante mi requerimiento de constante dolor, que yo no tenida nada físico importante, solamente era una señora de cincuenta años menopaúsica con infecciones de orina como muchas otras.
A través de la unidad de dolor me entero con una simple pregunta (después se confirmó el diagnostico con bloqueos de los nervios pudendos) ¿en qué posición está usted peor?, que mi enfermedad de casi más de 30 años de convivencia absurda con ella se denominaba NEUROPATIA DEL PUDENDO, agravada quizás también por la malla que llevaba puesta y que hoy por hoy, me ha estenosado la vagina, me ha horizontalizado la uretra, obligando a sondarme cuando lo requiero.
Mi cabreo con el mundo, conmigo misma y con todo ha sido monumental, sumiéndome en una depresión de la cual lucho día a día por salir.
Ahora con mi testimonio, solo quiero que cuando una mujer/ hombre( en otros casos), manifieste ante los preparadísimos doctores del siglo XXI: “me duele la vagina, el ano….” Intenten averiguar que está ocurriendo, y no nos califiquen como …” cincuentonas menopaúsicas/ histéricas con vidas cutres…” Cuya solución está siempre ante lo aparentemente inexplicable en: “la psiquiatría”.
Este testimonio se da exclusivamente por si puede servir a otras personas, incluidas mis hijas, a evitar el sufrimiento SORDO y DESQUICIANTE que yo he padecido durante más de 30 años.
Ahora solo me queda esperar (dado lo avanzado de mi enfermedad y la imposibilidad de retirar esa malla asesina) que la comunidad médica/ científica avance en el estudio de esta enfermedad, que se la califica rara, no porque no haya gente que la padezca, sino por su escasa repercusión en la medicina.